Ulises Hermosa, tras una operación quirúrgica asociada a la
leucemia, fallece a los 38 años de edad el 3 de abril de 1992, en Houston, EE.
UU., donde antes de morir terminó de componer la canción “El árbol de mi
destino”, una de sus composiciones de mayor fuerza y sentimiento. Su entierro
es reconocido como uno de los más grandes de Bolivia. Él fue velado en el
Teatro Adela Zamudio por tres días, y la multitud de gente que lo acompañó a su
entierro fue histórica. Su muerte
fue repentina e inesperada pero se fue siendo uno de los grandes músicos
bolivianos. Quien conoció a Ulises y tuvo la posibilidad de
ser parte de su historia, sabe que hablar sobre él y sus obras es hablar de
sueños, amor a la cultura de su pueblo y trabajo muy duro.
Ulises fue un hombre que se enamoró del olor a
tierra mojada y los pueblos perdidos, que descubrió que el sonido de los
vientos andinos era la resonancia indicada para identificar a la música
boliviana. Él se dedico a la construcción de instrumentos de viento,
investigando formas, perfeccionando y descubriendo nuevas entonaciones en sus
quenas y zampoñas, y al partir Ulises con
sus obras, plantó un árbol que creció iluminándonos con su hermosura pero un
día muy oscuro dorado se marchito.